no deja de brillar
como el sol en la alborada
tan radiante, que
despierta
a todo aquel que madruga.
Tienes ese veneno manipulador
en esos tus ojos
ojos que embriagan al verlos
como si estuviesen cargados
del más puro y fuerte
alcohol etílico latente.
Con la simple vista
cual un dios o mutante
matas a la gente
de impresión, de dolor
o del más impuro amor,
con esas tus pupilas
las que brillan
y enloquecen hasta
al más loco de los cuerdos.
Solo tienes que fijar
esos globos oculares
en tu víctima
sin contemplaciones,
y caiga
como esclavo a tus pies.
Qué se puede hacer
si la carne de tus ojos
tiene el antídoto mortal
que somete a todos
y los hace perecer
en el lecho mundanal.
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