Para los (des)entendidos y (des)encajados, para los escépticos de la vida, para los que ven la luz brillar al final del sendero. No es por amargura, si por pesimismo, porque ser pesimista es estar descontento con lo que se ve a diario. Literatura no es escribir babosadas que te pasan, ni las imbecilidades que se te ocurren al ver a un perrito muerto en la carretera, ni lo que filosofas cuando estás en el baño leyendo artículos de revistas (especializadas) de literatura, con biografías de escritores. Literatura no es caminar por el centro de la ciudad y tomar fotos a la arquitectura colonial, ni mucho menos, regodearse que caminaste desde Quilca hasta Amazonas en busca de libros de poemas de Mallarme. Literatura no es creerte el Lobo Estepario, literatura no es dársela de un poeta maldito, adorar a Bukowski y tener en un pedestal a Albert Camus.
Literatura es romper el pedestal e introducir esos trozos de Camus en tu cuerpo, literatura es embriagarte, como lo hacía Bukowski, pero con sus letras, literatura es ser el centro de la ciudad y vivir en ella, sentirla, tirarte en sus calles, echarte en sus basuras y arrojar tu sangre a la gente (normal). Literatura es escribir sobre tus temores, tus odios y desamores. Plasmar lo que te agobia, lo que no te deja dormir, con lo que no puedes vivir, en letras, tan profundas, que merecen la pena ser vistas por alguien, no por todos, solo por algunos.
